domingo, 10 de enero de 2010

“El Mar de los barcos perdidos”

 

EL MAR DE LOS SARGAZOS en el Océano Atlántico septentrional, entre los meridianos 70º y 40º O y los paralelos 25º a 35º N,  es una zona que se caracteriza por la frecuente ausencia de vientos, corrientes marinas, y  abundante plancton y algas que forman “bosques” marinos superficiales que pueden extenderse de horizonte a horizonte con una superficie aproximada  de unos 3.500.000 de km2.   

Fueron los navegantes portugueses quienes pusieron el nombre al alga y al mar. El sargazo es un alga que forma grandes conjuntos enmarañados, que se mantienen a flote por medio de vejigas llenas de gas, y se extienden hasta el horizonte. Con frecuencia, los barcos portugueses se veían frenados por las algas, e incluso llegaban a quedar atascados en ellas, lo que daba a las tripulaciones tiempo de sobra para estudiar la planta. Como procedían de un país donde abunda la vid, los conjuntos de vejigas de gas les parecieron racimos de uvas de una variedad denominada salgazo. Así fue como el mar de los Sargazos adquirió su nombre.

El sargazo, marca los límites de este mar dentro de un océano, ya sea flotando en forma separada o en grandes masas. Cuando Colón contempló todas aquellas algas en su primer viaje, dedujo erróneamente que la tierra estaba cerca.

Una de las leyendas relativas al mar de los Sargazos partió de la creencia errónea de los marinos sobre que la abundancia de algas era señal de bajíos, lo que les llevó a ubicar allí el «continente hundido» de la Atlántida. En realidad, la zona tiene una profundidad media de más de 450 metros.
El límite norte de este mar de algas está constituido por la Corriente del Golfo, que avanza primero hacia el Nordeste y luego hacia el Este. Por el Oeste y el Sur limita con la misma Corriente del Golfo, en su desplazamiento de regreso, y con la Corriente Nord-Ecuatorial.

Bajo sus profundas aguas yacen las llanuras abismales de Hatteras y Nares, la abrupta elevación de Bermuda, numerosas e intrigantes montañas marinas, que se elevan hacia la superficie, pero terminan en cumbres planas, como si en épocas pasadas hubiesen sido islas. En sus límites orientales se encuentra una parte de la cordillera del Atlántico Norte, enorme cadena montañosa en medio del océano Atlántico, cuyas altas cumbres irrumpen a través de la superficie marina para constituir las islas Azores.


En otras palabras, se trata de un mar casi estancado y desprovisto de corrientes, excepto en sus límites. Se extiende desde unos 320 km al norte de las Grandes Antillas hasta  Florida y la costa Atlántica; permanece a una distancia de tierra que generalmente no llega a los 320 km, y se desplaza hacia los alrededores del cabo Hatteras, siguiendo luego en dirección de la Península Ibérica y África, hasta la cordillera del Atlántico Norte, para regresar por fin hacia las Américas.

El Mar de los Sargazos es un mar misterioso, de leyenda, repleto de historias inexplicables, el lugar donde aparecen los barcos desaparecidos y el mar donde desaparecen las tripulaciones.

Entre las numerosas embarcaciones abandonadas vistas en el Mar de los Sargazos durante la época moderna hubo algunos que, sin llegar a verse atrapados entre las algas, quedaron paralizados y fueron abandonados, debido a la falta de viento. Incluso el nombre de las “Latitudes del Caballo”, que atraviesan este mar, es un índice de la calma estancada. Proviene de la época en que los galeones españoles quedaban cogidos por la calma y, al ver reducirse las provisiones de agua, estaban obligados a matar y arrojar al océano sus caballos guerreros.

En las primeras ocasiones en que se produjeron pérdidas en esta zona y en su colindante, de la Corriente del Golfo, la mayoría fueron atribuidas a los piratas o al mal tiempo,  los archivos españoles eran sorprendentemente exactos, sin duda por el valor de las cargas de los galeones, flotas que llevaban tesoros a España. Estos barcos, provenientes de México, Panamá y la actual Colombia, hacían escala en La Habana y proseguían rumbo a los Cayos y al Estrecho de Florida, donde muchos solían hundirse a causa de los huracanes y depositaban sus tesoros en el fondo del mar. Otros eran hundidos, sin dejar huella, por corsarios o simples piratas.

Los barcos modernos de motor no corren ya el riesgo de caer dentro de una calma, pero ello hace todavía más misteriosas las desapariciones de algunos buques.

Mucho tiempo después de que la piratería dejase de ser una provechosa manera de ganarse la vida, los barcos siguieron desapareciendo en esta zona, incluso con buen tiempo y cada vez con mayor frecuencia, en años recientes, sin depositar restos o cadáveres a lo largo de las playas e islas del Atlántico Occidental
Gran número de estas desapariciones afectaron a la Marina de los Estados Unidos y a otras Armadas.

Entre los casos de barcos comerciales, uno de los primeros misterios registrados en esta zona se refiere al Rosalie, un navío francés que se dirigía hacia La Habana, en 1840. Sin embargo, no fue el Rosalie el que desapareció, sino sus tripulantes y pasajeros, 38 personas que no aparecieron nunca, dejando el barco abandonado, con las velas desplegadas y la carga intacta.  Abordo únicamente un pájaro , un “Canario” dentro de una jaula a punto de morir.

Las historias acerca de barcos hallados vacíos en el Mar de los Sargazos o en zonas cercanas del Atlántico narran invariablemente el caso de la Mary Celeste, tal vez como el más famoso de todos. El incidente no se produjo en el Mar de los Sargazos, aunque la nave pasó por el Norte de dicha zona, rumbo al punto situado también al Norte de las Azores y hacia el cual se dirigía cuando fue hallada por el bergantín inglés Dei Gratia, en noviembre de 1872.
Los marinos ingleses observaron su curso extraviado, le hicieron señas y, al no obtener respuesta, la abordaron y la tomaron en botín. Sus velas estaban desplegadas y la carga de barriles de alcohol yacía bien estibada en la bodega. Había suficientes provisiones de agua y comida, pero su dotación de diez personas, incluyendo al capitán, su esposa y su hija pequeña, habían desaparecido.
A bordo quedaron dinero, pipas, objetos personales, e incluso el cuaderno de bitácora. Sólo faltaba el sextante.

La lista de barcos de carga, embarcaciones de pesca y de recreo que se han desvanecido con sus tripulaciones,es impresionante. Muchos de ellos han desaparecido en medio de buen tiempo y sin dejar restos flotantes, ni manchas de aceite, ni botes o chalecos salvavidas  o cadáveres, ni en el mar ni en playas vecinas donde las aguas pudieran haberlos arrastrado.

Entre las desapariciones y las apariciones de todo tipo de barcos este mar se ha convertido en un lugar misterioso, que inspiraba  temor a los navegantes de antaño . Sin apenas corrientes, con largos periodos de calma total, y, sobre todo, con un casi infinito tapiz de algas flotantes en apariencia capaz de retener a cualquier navío, verse atrapado en sus aguas era sinónimo de muerte y desesperación. El aspecto extraño y el penetrante olor que le proporcionan las algas contribuían también a su aura de lugar maldito.

Es un contorno siniestro, donde todo es posible. Aún lo más espantoso. Después de las zozobras apuntadas por Colón en su bitácora, se sucedieron en esa parte del océano -durante varios siglos y aún siguen ocurriendo-  hechos que resultan perturbadores y enigmáticos: naufragios imposibles, barcos hundidos que vuelven a flotar en forma inesperada, hermosos bergantines hallados con sus velas desplegadas y ninguna persona a bordo…..

 …siempre “ninguna persona a bordo”……

 

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