lunes, 30 de mayo de 2011

La “balsa” de Imeldo.

Del Berge Istra al Homician.

 

Me pregunto..¿Qué se le pasará por la cabeza a don Imeldo cada vez que observa su balsa?

 

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D.Imeldo Barreto León.

Como una reliquia, la conserva en su casa de Punta del Hidalgo, en Tenerife. Una balsa de fibra, de poliestireno granular, tipo “Glafi” de 1.80 x 1.80m, con una superficie útil de 1.50 x 1.50m, ya que tiene una banda de 30 cm que sobresale del fondo de la cubierta y sobrepasa la línea de flotación en 20 cm de altura como obra muerta.

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Esta balsa perteneció al buque noruego BERGE ISTRA, se alojaba en el mamparo del castillo de proa.

 

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Fabricada  para casos de emergencia, y diseñada, por si algún tripulante u objeto importante del barco, accidentalmente, cayera al mar por proa. Éste debía ser el instrumento de seguridad utilizado para izarlos  rápidamente a bordo y aunque no es un bote salvavidas, la balsa cuenta con dos “tambuchos” o compartimentos estancos que en su momento contenían algunos utensilios de supervivencia, unas pocas latas de agua y algunas galletas vitaminadas.

Desconozco si alguna vez se utilizó en alguna maniobra de rescate, pero Imeldo me contó que solían usarla para trabajos de mantenimiento del buque, sobre todo la habían utilizado alguna vez para pintar algunas partes del barco.

Pero, sin duda alguna, la historia más importante que tiene esta balsa, y el motivo por el cual actualmente se encuentra en el domicilio de don Imeldo Barreto León, es porque un día…hace treinta y cinco años… esta balsa le salvó la vida a él y a otro compañero en aguas del pacífico después de estar navegando a la deriva encima de ella durante 19 días, hasta ser rescatados por un pesquero japonés llamado 6 Hachi-Ho Maru.

La triste historia de el buque de carga combinada BERGE ISTRA comienza el día que desaparece en  aguas del Océano Pacifico, un Martes 30 de Diciembre de 1975.

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El Berge Istra era uno de los cuatro barcos “gemelos” diseñados como Ore-Oil (carga combinada de petróleo y mineral) construido en el año 1972 por unos astilleros yugoslavos para la sociedad naviera  General Ore Corporation of Navigation (Liberia) filial de Sig Bergesen D.Y. Co. (Noruega).

Tenía 314 metros de eslora, 50.58 metros de manga, 26 metros de puntal y 20.41 metros de calado máximo, con 227.550 toneladas de peso muerto.

Una auténtica “mole” donde en la parte de popa se situaban el puente, sala de maquinas, oficinas y la zona de acomodo de la tripulación.

Los oficiales y el resto del personal se alojaban en la cubierta principal de popa, a babor y a estribor de la superestructura del puente, el camarote de Imeldo se encontraba a estribor.

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Delante del puente, cinco bodegas numeradas de proa a popa con los números del 1 al 5, contando además con 20 tanques que portaban  aceite o agua de lastre, 10 por la banda de babor y 10 por la de estribor.

Al Berge Istra lo propulsaban dos motores Burmeister & Wain de siete cilindros cada uno que generaban una potencia de 35.000 caballos. 

El 9 de Diciembre de 1972 realizó su primera escala en Santa Cruz de Tenerife, repitiendo en numerosas ocasiones operaciones de suministro de combustible y avituallamiento a su paso por aguas canarias. Su última escala en Canarias fue en Las Palmas de Gran Canaria el día 6 de Noviembre de 1975 procedente del Golfo Pérsico con rumbo a Europoort en Rotterdam donde el día 13 de Noviembre volvería a zarpar rumbo a Tubarao en Brasil, cruzando el Atlántico para cargar mineral y hierro para llevar a Kimitsu en Japón en lo que sería su último viaje.

La tripulación del Berge Istra la componían 32 personas, al mando del capitán Kristoffer Hemnes , veintinueve hombres y tres mujeres.

Doce de ellos eran canarios, trece noruegos, un inglés, dos yugoslavos, un brasileño, dos belgas y una persona de nacionalidad sueca.  32 vidas a bordo.

El día 30 de Diciembre de 1975, un martes, navegaban entre las islas de Filipinas y Las Molucas, en el estrecho de Mindanao siguiendo la ruta establecida con rumbo a Japón.

El mar estaba completamente en calma, su velocidad de crucero era normal, y en los días anteriores no habían tenido ninguna novedad, calma absoluta pero mucho calor, durante esos días los marineros tenían que soportar temperaturas extremadamente elevadas.

En la tarde de aquel martes, cuatro hombres trabajaban en la cubierta de la bodega numero 1, cerca del castillo de proa, entre ellos estaba Imeldo, cuando, sobre las 16:30 horas  se produce una especie de ruido, como un “bufido”, seguido de una primera explosión en la popa  que estremeció al barco provocando un columna de humo negro con tono azul y llamaradas amarillas que sobrepasaban la altura del puente, dos explosiones  más sacudieron al carguero.

En pocos minutos se produjo el hundimiento inmediato y la pérdida de toda la tripulación salvo dos personas. Treinta fallecidos y 188.000 toneladas de mineral de hierro de alto grado acabaron en las profundas aguas del pacífico.

Imeldo, después de la primera explosión y mientras el barco se escoraba , tras la confusión y agonía de los sucesos, reaccionó, controló como pudo el pánico, y junto a dos de los compañeros que trabajaban con él en proa corrieron y desataron las amarras de la balsa salvavidas mas próxima a ellos, segundos mas tarde les golpearon el resto de las explosiones y el buque se resquebrajó.

La fuerza del agua devoraba la popa y levantaba la proa, la escora era tan pronunciada que apenas podían mantener el equilibrio.

Imeldo resistió como pudo hasta que un golpe de mar lo arrojó al agua.  La fuerza de succión del buque generó una turbulencia, conocida por los navegantes como sifón que lo arrastró muchos metros bajo el mar, pero logro salir “milagrosamente” a la superficie y nadar unos 50 metros hasta alcanzar la balsa….”su balsa”, la misma que unos minutos antes había estado desatando con sus compañeros.

Pocos minutos después,  aterrado, contemplaba como el Berge Istra y sus compañeros habían desaparecido, quedaba atrás una enorme mancha negra, el mar parecía chocolate por la carga del mineral que se había esparcido. Flotaban algunos objetos de la cubierta del barco, chalecos salvavidas, algunos plásticos y maderas que salían a flote….de repente, Imeldo se dio cuenta que al lado de la balsa flotaba una persona, uno de sus compañeros…se trataba de Epifanio Perdomo. Rápidamente lo subió en la balsa y observó que estaba herido y sin conocimiento, inmediatamente lo empezó a reanimar durante unos segundos hasta que lo logró.

A partir de ese momento,  Imeldo y Epifanio estaban solos, encima de una balsa de pocos metros, sin comida, ni ropa, ni agua…les esperaban los días mas amargos y duros de sus vidas, 19 días a la deriva, a la intemperie, heridos y perdidos en medio del océano.

 

19 días.

Epifanio tenía un golpe muy fuerte en la cabeza y heridas en ambas piernas, en la izquierda tenía un profundo corte y no paraba de sangrar. Apenas se podía mover. En el momento del accidente, llevaba puesto un mono de trabajo encima de un pantalón, una camisa con sus botones abrochados y unas botas. La brutal fuerza del agua lo dejó desnudo, con apenas una camisilla. A Imeldo  le había pasado algo parecido, aunque tuvo la suerte de conservar también los pantalones.

Sin ropa para abrigarse o protegerse del sol, con unos pocos litros de agua y una docena de galletas vitaminadas,  desafiaron un mar embravecido que amenazó la balsa durante buena parte de los 19 interminables días que estuvieron a la deriva. Estaban mojados y tenían que soportar la intemperie, con elevadas temperaturas por el día y un frio extremo por las noches.

La balsa había sufrido daños en el momento que cayó al agua, estaba agrietada y había perdido algunas partes, estaba llena de petróleo y manchas del mineral que aún, a día de hoy, se pueden observar.

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Imeldo, señalando las grietas  y los golpes que había recibido la balsa.

Imeldo, que se encontraba mas fuerte y no estaba herido era quien día y noche se encargaba de achicar el agua que les entraba por las bandas, sin descanso. Epifanio al estar herido, permaneció tumbado todo el tiempo mientras Imeldo recogía las aguas pluviales y pescaba con una “cucharilla” tipo rapala, un anzuelo y una línea que había encontrado en los tambuchos de la balsa.

Comieron pescado crudo y aunque no les gustaba,  chupaban los ojos y el hígado de los peces en busca de líquido y masticaban otras partes. Los restos de las capturas los arrojaban al agua y eso terminó por atraer a los tiburones, no eran muy grandes…   pero si había gran cantidad de ellos…..

Tiburones, delfines, ballenas…..y la visita inesperada de un “albatros” fueron los únicos compañeros y testigos de aquella horrible experiencia.

El accidente del Berge Istra había sido demasiado rápido,  la sala del telegrafista estaba muy cerca de donde se había producido la primera explosión, es por eso que no emitió ninguna señal de auxilio antes del hundimiento.
La compañía dio la alerta cuando perdió contacto con la nave y un amplio operativo de búsqueda se desplegó en las cercanías de la isla de Borneo, última ubicación conocida del Berge Istra.

Lo buscaron durante 13 días hasta que, el 14 de enero de 1976, el cónsul de Suecia en Tenerife comunicó oficialmente a las familias que el buque se daba por desaparecido y a toda la tripulación por fallecida en el suceso.

El día 18 de Enero de 1976, sobre las 10 o las 11 de la mañana, a unas 700 millas al sur-este de la isla de Mindanao, cerca de las Islas Marshall, a unas 500 millas del lugar del hundimiento y cuando ya prácticamente habían agotado sus esperanzas de salir con vida y se encontraban a punto de morir de inanición y deshidratación…

Epifanio oyó un “chu, chu,chu,chu….” …… "¡Imeldo, un barco!"

Imeldo se puso en pie, dio un brinco y comenzó a hacer señas, mientras Epifanio le sujetaba las piernas porque estaba tan débil que apenas podía mantenerse en pie. Frente a la balsa, aparecía un enorme pesquero japonés cuya tripulación también saltaba en la cubierta, festejando que los náufragos estuvieran aun vivos.

Se trataba del pesquero japonés 6 Hachi - Ho Maru.

El barco japonés rápidamente rescató a los dos náufragos y cuando estaban ya a bordo del pesquero, el capitán del barco  ordenó a los marineros soltar la balsa nuevamente al mar,  Imeldo se negó y se aferró a ella limpiando con sus manos las manchas de petróleo sobre el nombre que llevaba grabado y su número de folio…

BERGE ISTRA, Monrovia.

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Yo creo que en esos momentos la balsa era como su “carnet de identidad”. Imeldo se negó rotundamente a que la dejaran abandonada nuevamente en el mar, así que el capitán ordeno nuevamente que la subieran a bordo y siguieron con su faena de pesca hasta que siete días más tarde Imeldo y Epifanio por fin pudieron pisar tierra.

Varios meses después del accidente, Imeldo le pidió a su compañía  que deseaba tener  la balsa que le salvó la vida , la Sig Bergesen ordenó localizar la balsa y se la enviaron al muelle de Santa Cruz de Tenerife,

Después de haber dado la vuelta al mundo varias veces a bordo del Berge Istra… “la balsa de Imeldo” volvió a surcar los mares otra vez,  pasando de buque en buque desde Japón hasta las Islas Canarias, esta vez para descansar para siempre en casa de Don Imeldo Barreto León, hombre de la mar, pescador y marinero superviviente del buque  Berge Istra, persona a la cual  tengo una profunda admiración y respeto.

Discúlpeme don Imeldo por hacerle recordar aquellos tristes momentos.

Gracias por haberme relatado su historia, gracias por haberme invitado a su casa  y muchísimas gracias por compartir sus experiencias y ofrecerme su amistad.

Enrique Castillo en Punta del Hidalgo, Mayo de 2011.

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Fuentes:

- Imeldo Barreto León – Marinero Superviviente del Berge Istra.

Libros:

- La tragedia del Berge Istra, Odisea de dos tripulantes tinerfeños. José Delgado Díaz, 1998.

www:

http://en.wikipedia.org/wiki/MS_Berge_Istra

http://www.aukevisser.nl/supertankers/bulkers/id348.htm

http://www.dagbladet.no/2011/01/21/magasinet/berge_istra/berge_vanga/skipsfart/bergesen/15151445/

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/01/20/073.html

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/01/21/065.html

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/01/23/067.html

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/01/30/092.html

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/01/31/060.html

http://www.laopinion.es/portada/2010/03/07/tragedia-tinerfenos-alta-mar/275272.html

http://www.eldia.es/2004-02-08/vivir/vivir9.htm

viernes, 6 de mayo de 2011

The Mountain… Teide

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El Teide es un volcán situado en la isla de Tenerife, en el archipiélago Canario. Con una altura de 3.718 metros sobre el nivel del mar, es el pico más alto de España.

Forma parte del Parque Nacional del Teide, espacio natural protegido en la categoría de Monumento Natural y fue declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

A lo largo de los siglos el Teide ha sido mencionado y admirado por diversas culturas y en diferentes épocas como elemento centralizador y simbólico de la isla de Tenerife y del resto del archipiélago.

Echeyde es el nombre que daban los aborígenes guanches al Teide. Según transmitieron la mayoría de los cronistas, los guanches concebían a la montaña como el lugar que albergaba las fuerzas del mal, principalmente la figura maligna de Guayota.

En Las Cañadas se encuentra el mejor registro de la historia del hombre en Tenerife, debido a la gran riqueza en yacimientos arqueológicos.

El Teide y Las Cañadas no sólo tenían un significado espiritual para los guanches, sino que esta zona era también un recurso fundamental para la supervivencia en determinadas épocas del año. En verano se producía en estos pastos de alta montaña una concentración de ganados y pastores procedentes de toda la isla.

El Teide y todo su parque nacional es uno de los parajes naturales más importantes del mundo por su impactante composición geológica y paisajística y por la gran cantidad de especies endémicas de flora y fauna que posee.

Geomorfológicamente está formado por dos grandes depresiones coronada por el Teide con sus 3.718 m de altitud. Numerosas coladas de diferentes erupciones junto a las montañas y volcanes repartidos por todo el parque forman un paisaje característico.

El alto de Guajara, el Llano Ucanca, las Siete Cañadas, La Fortaleza, los roques de García y Pico Viejo son ejemplos muy importantes y característicos que forman el paisaje natural del parque.

El primer naturalista que estudió la flora del Parque fue el alemán Alexander von Humboldt, que pasó el invierno de 1799 a 1800 en Canarias. El que realizó la primera descripción válida de la Violeta del Teide fue Feuillée en 1724 y durante los años 50 del siglo XX fue el sueco Sventenius  quien se centró en el estudio de la vegetación del Parque Nacional.

Hace pocos días publicaba en este mismo blog una descripción de la subida al Teide escrita por uno de los primeros hombres que hablo del Teide y el turismo a nivel internacional, el aventurero Jules Leclercq.

Jules Leclercq (1848-1928), nació en Bruselas;  una posición económica desahogada le permitió viajar ininterrumpidamente por el Viejo y Nuevo Mundo. Leclercq siguió los pasos de otro viajero infatigable, el francés Xavier Marmier, cuarenta años mayor que él, a quien consideraba maestro y precursor. En plena juventud visita España, (Voyage à l'ile Majorque), e Italia (Le Tyrol et le pays des Dolomites). Más tarde recorre los países escandinavos e Islandia (Voyages dans le Nord de l"Europe, La Finlande aux mille lacs y La terre glace) y el Caúcaso (Le Caucase Glace). Posteriormente visita detenidamente los Estados Unidos, México y La Martinica (Un été en Amérique, Voyage au Mexique y Au Pays de Paul et Virginie). En 1879 se traslada a Canarias, concentrando su atención, de manera preferente, sobre Tenerife. Fruto de este viaje sería su libro Viaje a las Islas Afortunadas (1880).

Este viajero profesional e incansable, que recorrió los cuatro continentes por el mero placer del viajar, desembarca en Santa Cruz de Tenerife el 17 de julio de 1879 atraído por la presencia de una población distinta, repleta de reminiscencias aborígenes, deseoso de captar escenarios exóticos y con los ojos siempre abiertos ante lo pintoresco y singular.

Uno de los capítulos más apasionantes de su libro es la ascensión al Teide; la descripción del panorama que contempla desde el Pico producen auténtica emoción.

Emoción, y supongo que mucha alegría habrá tenido el fotógrafo noruego Terje Sorgjerd por los resultados de subir a internet  el video de su visita al Parque Nacional del Teide; lugar desde donde fotografió y filmó las imágenes de su trabajo “The Mountain”, que ha logrado  en apenas 20 días  siete millones de visitas, despertando el interés de importantes canales como el National Geographics por ejemplo. 

Terje Sorgjerd, que ha visitado la isla en varias ocasiones, tardó diez días en grabar las imágenes con apenas diez horas de descanso. Tal y como recoge en su página web,

"es uno de los mejores lugares en el mundo para fotografiar las estrellas".

El objetivo era captar la Aurora Boreal desde una de las montañas "más sorprendentes" que dice haber conocido.

 

 

El Teide, Tenerife. Islas Canarias.

 

Esta clarísimo que Jules Leclercq  coincidiría con Terje Sorgjerd  en que el Teide es uno de los mejores lugares del mundo para observar el cielo y las estrellas.

En fin, mi admiración a este rincón del planeta no se puede describir, yo tengo la suerte de sentir  su presencia a diario, el Teide para mi es un orgullo, y me siento muy feliz cuando mi hijo se alegra de verlo con nieve y nos reímos cuando tiene una nube por sombrero (señal de que anuncian lluvias)…. y más de una vez he pensado… “como a este le de por despertarse”.

En 1798 se produjo la que fuera última gran erupción dentro de los límites del Parque Nacional y que formó las llamadas Narices del Teide. Durante tres meses, salieron 12 millones de metros cúbicos de lava por una grieta orientada en dirección noroeste-suroeste en las laderas de Pico Viejo, conocido también como Montaña Chahorra.

Todavía hoy, aparentemente dormido el impresionante volcán, sigue imponiendo respeto a todos aquellos que llegan hasta él.

jueves, 5 de mayo de 2011

El Espacio Pelágico.

Documental sobre la vida submarina en aguas abiertas de las Islas Canarias.

Piélago es el alma del océano, una vasta extensión de mar de más de un billón de kilómetros cúbicos de agua. Un mundo oculto con una vida sorprendente de la que apenas conocemos algo.

 

Las aguas abiertas de las islas Canarias, un mundo tridimensional repleto de vida.

 

Fuentes:

Rafa Herrero Massieu – Vimeo                http://vimeo.com/user1502205

Blog - Islas Canarias nacidas del mar http://nacidasdelmar.blogspot.com/2011/04/el-espacio-pelagico.html

domingo, 1 de mayo de 2011

Subiendo al Teide… por Jules Leclercq.

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Año 1879.

“Anteayer, 4 de Agosto, a las siete y media de la mañana, el guía Ignacio y el arriero Miguel estaban a la puerta de la Fonda del Teide. Habían llevado un caballo blanco, de dulce e inteligente mirada, que debía servirme de montura hasta el rellano de Altavista; había también un caballo castaño que llevaba una de esas inmensas albardas levantadas en punta delante y atrás; sobre la albarda, un barril de agua, un saco conteniendo las provisiones para los hombres y unas mantas; el fondista añadió una cesta donde había introducido, para mí, una cuarta de carne asada, unos huevos, té, vino añejo de Tenerife y hasta botellas de buena cerveza inglesa. Ignacio y Miguel no tenían monturas: los canarios van siempre a pie.”

“El campo va cubriéndose de grupos de árboles a medida que vamos subiendo. Primero, son los frondosos laureles; después los castaños y, luego, los bellos pinos canarios. Desde la altura, todas sus armonías y su gracia rupestre, el inmenso país de las Hespérides, desde los cerros de Santa Úrsula hasta los lejanos caseríos de los Realejos; desde los contrafuertes de Tigaiga, hasta el Atlántico, que se pierde en la lejanía entre las brumas de los trópicos.

Es uno de los más bellos panoramas que se pueden contemplar. A unos mil metros más abajo, surgen, como champiñones, los tres tetones botánicos que llaman montañetas. Los campos de chumberas toman el aspecto de un inmenso mosaico, formado por cuadros blancos y verdes. La Villa y el Puerto sólo parecen unos pueblecitos, no mayores que un puño.”

“En el instante en que franqueamos la cresta de un contrafuerte, se nos apareció el Teide, de golpe, hacia la derecha. El noble pico dibujaba nítidamente su cónica silueta sobre un cielo azul tan intenso que sólo puedo compararlo con el admirable cielo de Colorado. La escena era de una belleza serena e imponente; ante nosotros, el Teide, de simples y grandes líneas, sumergido en su eterna aureola de azul; detrás, un caos de nubes que no ocultaban las regiones inferiores.”

“La travesía de la caldera es penosa, casi desesperante. Hay que caminar durante horas enteras hacia el pico que se eleva gigantesco, en medio del desierto. El cielo es de un azul inaudito; el Sol, caliente como una bola al rojo blanco; la piedra pómez arde bajo los pies, y no hay casco ni sombrilla que pueda proteger los ojos de la irresistible luz solar, reflejada en el espejeante suelo. Todo el que sube al Teide regresa con el rostro quemado y los ojos inflamados a causa de la reverberación de la caldera.”

“A las siete, es el momento en que se pone el Sol en el llano, la escena es de una belleza indescriptible. La sombra del Teide se extiende sobre las montañas de Gran Canaria y, luego, siempre avanzando, invade las nubes rosa que planean sobre aquella isla lejana. Parece una montaña completamente negra, una pirámide fantástica surgiendo del ceno de Gran Canaria y aplastando, desde su prodigiosa altura, las cimas más modestas que la rodean. La larga muralla de las Cañadas han cambiado de pardo a rosa, y también es rosa la faja de cielo que limita con el mar de nubes. El mar a tomado un aspecto tan compacto que parece inmóvil. Sombrías corrientes lo recorren en todos los sentidos. Me parece estar viendo un vasto continente boreal, sumergido bajo nubes y hielo acumulados durante siglos.”

“La ascensión resulta penosa, e incluso peligrosa, para los caballos. Los pobres animales trepan por un caos de lava suelta, en una pendiente extremadamente acentuada; no pueden dar veinte pasos sin detenerse para recuperar el aliento, y yo empiezo a temer que no puedan soportar, hasta el final, las fatigas de la expedición.”

“Son las cinco de la mañana cuando llegamos a la cumbre. Aunque aún no está el Sol visible, hay ya una penumbra que me hace suponer su presencia por debajo de las nubes. Desde la primera mirada, me doy cuenta de que no podremos gozar a la vista de todas las zonas inferiores. Contra mi esperanza, el mar de nubes no se ha disipado durante la noche. Los valles están aún inmersos en las tinieblas cuando ya la luz del día se expande en torno a nosotros. Somos los primeros en saludar a la aurora.”

“Al cabo de media hora de espera, vemos aparecer el Sol entre la capa nubosa y, casi al mismo tiempo, la gigantesca sombra del Teide se proyecta al Oeste, sobre la isla de la Gomera, afectando la forma de un triángulo isósceles, perfectamente regular y de unas nueve o diez leguas de la base al vértice. El Pico, cuya sublime frente pisamos ahora, surge como un inmenso obelisco del ilimitado mar de nubes, extendiéndose a más de dos mil metros debajo de nuestros pies. A medida que el Sol se eleva al cielo, este mar va tomando diversos matices; vemos zonas rosas, azules, blancas. Las nubes más altas proyectaban sombras azuladas que parecen fantásticas suspendidas en la atmósfera, producen combinaciones de colores de mágica belleza, en los que veo todos los matices del prisma. El oro, el fuego, el diamante, son comparaciones demasiado pobres para expresar la magnificencia de este luminoso océano de vapor.”

“Una salida del Sol, contemplada desde lo alto del Teide en un día claro, debe ser uno de los espectáculos más maravillosos que sea dado presenciar al hombre…Según cálculos de Humboldt, el Sol da en la cumbre del Teide doce minutos antes de iluminar la base de la isla a nivel del mar. Según el mismo sabio, la vista alcanza a cien leguas desde la cima del Pico. En la cumbre del Teide, el aire es aún más transparente que en Quito, la ciudad que disfruta de la atmósfera más pura del mundo.”

“Eché una última mirada al magnifico mar de nubes que el Sol no podía vencer, a la humeante solfatara, a las sombrías Cañadas que rodean la Caldera, a las lejanas cumbres de Gran Canaria, de La Palma, de La Gomera, y recogí mi bastón montañero.”

 

 

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Fragmentos del libro, Viaje a las islas Afortunadas. Cartas desde las Canarias en 1879, de Jules Leclercq.