lunes, 27 de septiembre de 2010

La Punta del Hidalgo Pobre.

por Don Benito Pérez Armas.

 

lapunta1898

…“ Llégase hasta ella por un camino estrecho, faldeando empinadísimas montañas de formas imponentes, cuyas enormes estribaciones se ocultan entre las linfas del Océano.

En ocasiones el sendero desciende hasta el nivel de las playas o la cuenca de los barrancos, otras se retuerce y sube, loma arriba, como si quisiera trepar a las alturas. El paisaje es agreste, salvaje; laderas de pendientes violentísimas, apenas transitables por pastores y cabras; barrancos profundos; cuevas de formas caprichosas abiertas en forma de riscos oscurecidos por el aliento del Océano; vetas basálticas que ocurren a lo largo de los precipicios en forma de láminas de acero; cardones agarrándose a los riscos para extender hacia arriba sus brazos espinosos; tabaibas, pitas, brezos…todo, en fin, lo que constituye un trozo de naturaleza bravía, salvaje, adonde el hombre no ha podido aún hincar sus garras.

En frente el mar inmenso, ora sañudo y colérico, ora apacible y rumoroso, bañando las sinuosidades de la costa, que o se repliega formando una playa espaciosa, o penetra mar adentro para despanzurrar las olas y recrearse en los artificios de la espuma…

Al dar la vuelta a una de las montañas aparece la primera parte del caserío de La Punta.  Extiéndese ésta hacia el Poniente, en suave inclinación ganando terreno al mar, que a no ser por el lado de la sierra, la baña y circunda en todas direcciones. Es una lengua de terreno de bastante extensión que parece escapada milagrosamente de los avances del Atlántico, allá cuando las Canarias, según la leyenda, dejaron de ser un continente para convertirse en islas codiciadas por donde cruzan los viajeros de dos mundos.

Tres montañas levantan su cabeza por encimas de las restantes: el “Roque Guacada”, enorme pirámide de granito, casi inaccesible, de entonaciones rojizas que atestiguan igniciones volcánicas; el “Roque Carnero”, de forma cónica cubierto de varias especies vegetales, por donde se asoman las primeras cortinas de los bosques próximos, y el llamado de “Dos Hermanos”, dividido por el centro de suerte tal, que sus crestas parecen dos vigías petrificados, mirándose frente a frente…

Las casitas se extienden en la parte más alta de la tierra labradía, ya agrupándose para vivir en sociedad ya solas, gozando del fresco de parras, higueras o morales; son todas pequeñas, de corte parecido, blancas como la espuma o enjalbegadas de amarillo con franjas azules, las mas coquetonas. “

 

 

donbenitoperezarmas

Extraído de la novela “De padres a hijos” .

D. Benito Pérez Armas.     (18..-1937)

Segunda Edición. Imprenta A.J.Benítez, año 1901.

Santa Cruz de Tenerife.